¿Debería prohibirse el infame bus de Hazte Oír?
Publicat: 2 Març, 2017 Filed under: Sin categoría | Tags: autobús tránsfobo, autobus, carmena, cifuentes, hazte oir, hazteoir, ignacio arsuaga, las niñas tienen vulva, libertad de expresión, los niños tienen pene, madrid, polémica, Religion, trans, transexual Deixa un comentari
El polémico autobús y el no menos polémico presidente de la organización Ignacio Arsuaga.
En los últimos días en el centro del debate público está la última campaña de la organización Hazte Oír. Estos ultra católicos son responsables de campañas contra el matrimonio homosexual (dicen que permitir casarse a homosexuales degrada su matrimonio) y en contra del aborto, pero la actual campaña es en contra de la transexualidad infantil. Su posición es bastante sencilla de entender: si tiene pene es niño, si tiene vulva es niña. Supongo que de ahí se deriva que si tu hijo, con pene, se siente niña, hay que forzarlo a ser niño, sea cual sea la consecuencia.
A petición de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, el caso llegó a la fiscalía de Madrid para determinar si infringían un delito de discriminación o incitación al odio, tipificado en el art. 510 del código penal. Esto no ha hecho más que poner el foco de la atención mediática en dicha organización y su campaña, quizás dándole una visibilidad que de otro modo no hubieran tenido y, con toda seguridad, no merecen. ¿Pero deberían prohibirse éste tipo de campañas? A continuación algunos argumentos a favor y en contra.
A favor de la prohibición
Los que están a favor de la prohibición de dicho tipo de campañas lo están porque las consideran transfóbicas y, por tanto, que fomentan la discriminación y el odio de ciertos colectivos. Aducen que las frases de dicha campaña (Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Si naces hombre, eres hombre. Si naces mujer, seguirás siéndolo.) fomentan la no-aceptación de los niños transexuales, cuya vida pública ya es suficientemente dura, sufriendo a menudo acoso escolar, y por tanto, fomentando el odio y la discriminación. Dicho fomento está tipificado como delito y, por tanto, debería prohibirse dicha campaña.
Otra argumentación tiene en consideración la ofensa. En televisión han entrevistado a madres de hijos transexuales, y en la entrevista se ha comentado la ofensa que dicha campaña supone. A raíz de dicha ofensa, se justifica prohibir la campaña. No es sólo el hecho de que la campaña ofenda a un colectivo, sino que lo hace a un colectivo menor de edad y que no tiene la vida demasiado fácil.
La última argumentación, que se sale un poco de las que se han mantenido y se mantendrán en esta entrada, se la he escuchado a la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. Según ella, la prohibición no viene dada por el contenido de la campaña, sino por hacer publicidad de un libro, publicidad para la cual no tendrían permiso.
En contra de la prohibición
En contra de la prohibición, la primera argumentación empleada por la misma organización es que atenta contra la libertad de expresión. Dicen que les prohíben la campaña no por discriminación o fomento del odio, sino por no concordar dicha campaña con los postulados de la ideología LGTBI. Además, dicha prohibición proviene de la inquisición Gay, concepto que usan sin ruborizarse. Dicha ideología y su inquisición, aparentemente, han calado hasta en el Gobierno del PP. Dejando de lado la alucinación de la organización, lo cierto es que puede argumentarse que la campaña no fomenta el odio, sino que expresa una opinión. El mensaje puede enmarcarse en el de una opinión, no el de una incitación al odio. El mensaje no dice: tienes pene, si te sientes niña te vamos a hacer bullying hasta que te suicides.

La polémica Drag Sethlas
Además, si retomamos la argumentación de la ofensa, actuaciones como la de Drag Sethlas en el Carnaval de Las Palmas (vídeo de la actuación aquí) también debería prohibirse, no digamos ya ciertos chistes que todos conocemos, o ciertas obras de literatura. La ofensa como base para una prohibición es muy pobre, puesto que ofenderse es un derecho que uno tiene, no una obligación, y cada cual se ofende por lo que considera, si la ofensa fuera suficiente para prohibir, todo estaría prohibido.
Claro, la libertad de expresión tiene ciertos límites, y evidentemente la promoción del odio no puede enmarcarse dentro de dicha libertad, pero creo que en el caso del autobús el odio lo derivamos de conocer la organización, no de la campaña en sí. En este caso podría argumentarse -de hecho la misma Hazte Oír ya lo hace- que se censura en función del pensamiento. Y esto es bastante aterrador. Creo que toda persona razonable entenderá y aceptará la transexualidad, del mismo modo que se entiende y se acepta la homosexualidad. Del mismo modo cualquier persona razonable entenderá y aceptará el matrimonio civil homosexual, que no deja de ser un contrato, a la par que pueda entenderse que haya gente a la que no le guste. Pero mientras prevalezca la garantía de los derechos de las personas trans, qué problema hay en que haya trogloditas que opinen que tener pene te convierte en hombre. ¿No pensamos muchos, acaso, que opinar que un feto de apenas tres semanas es un niño te convierte en un descerebrado? ¿Qué debería haberse hecho con otras campañas de publicidad en autobuses, como la famosa ‘atheist bus’ o sus réplicas?
La cuestión religiosa en el siglo XXI
Publicat: 14 Novembre, 2015 Filed under: Internacional, Literatura, Opinión | Tags: 13N, Atentado, Atentado Paris, Cuestion religiosa en el siglo XXI, Daesh, Georges Corm, ISIS, JeSuisParis, Paris, Paris Attacks, Paris Bombing, Religion, Vostres Guerres Nos Mortes, Yihad 1 comentariTodo lo que uno pueda escribir hoy va a tener relación con los atentados de París del 13 de Noviembre. Tenemos una nueva sigla en el imaginario común en relación a los atentados de índole yihadista, eso sí, siempre en territorio occidental. No voy a dedicar éstas líneas a discutir sobre los hechos ocurridos. He leído ya demasiados comentarios en twitter, facebook y hasta he escuchado a tertulianos especular sobre si ha sido un ataque bajo bandera enemiga, un auto-golpe, quintas columnas, conspiraciones involucrando a los Illuminati (sí, los Illuminati). Tampoco entraré en el debate de por qué nos escandalizamos tanto cuando esto sucede en París, pero no cuando esta misma semana sucedió en Beirut. Creo que lo más sano, tanto a nivel individual como colectivo, es seguir la información, procurar no abrir demasiado la boca a menos que sepamos algo con certeza o podamos aportar algo útil y, sobretodo, dejar que se enfríe el asunto para poder tratarlo con la dignidad que se merece. Sé perfectamente que en los tiempos que corren, la inmediatez es la norma y que esto no sucederá, pero no por eso deja de ser útil mi recomendación.
Anoche, cuando después de cenar mi padre me dijo que había un tiroteo en Francia, lo primero que se me pasó por la cabeza fue un acto terrorista más perpetuado por algún lobo solitario, alguien medianamente afín a ISIS o alguna otra organización. No había indicios que apuntaran a ésta tesis, pero es la impresión que me daba. Más tarde, Hollande decía en rueda de prensa que el acto había sido organizado en el exterior por Daesh y ejecutado con ayuda del interior del país. No ha sido hasta esta mañana que la organización ha reclamado el acto como propio. ¿Qué implica que la atrocidad haya sido cometida por Estado Islámico? Que va a haber otra ola de manifestaciones islamófobas y racistas, que se va a mirar con más recelo todavía a los refugiados que vienen hacia tierras europeas (irónico que, siendo ellos los que huyen de actos como estos en sus propios hogares, día tras día, vayan a ser ellos los señalados como culpables) y que, inevitablemente, se hablará de religión, y se mezclará ésta con aspectos raciales y debatiremos estérilmente si el Islam es una religión de paz o no, si el Islam predica el odio hacia el Occidental y, sobretodo, pasaremos por alto que los mismos musulmanes son los que en los últimos años han venido sufriendo estas atrocidades, con el añadido de intervenciones extranjeras y ataques con drones que tienen la mala costumbre de impactar sobre civiles – pasados a llamar ‘daños colaterales’.
Es por esto que me ha venido a la cabeza una de las lecturas más útiles que he podido realizar este año: La cuestión religiosa en el siglo XXI. El autor de la obra es Georges Corm, libanés formado en Francia durante los años sesenta en ciencias políticas, económicas y derecho. No os asustéis no es una obra densa, e invito a todo el mundo a leerla.
En esencia, y motivo por el cual hablo del libro en un día como hoy, la tesis de la obra es que, debido a la globalización económica y financiera del pasado siglo, las viejas democracias han perdido capacidad de legitimación. Esta crisis no sólo ha afectado a los Estados-nación sino que ha afectado a los tres grandes monoteísmos, siendo en parte el causante de la aparición de los extremismos religiosos. Ejemplos de ello son los hijos de migrantes magrebíes en Francia y España o hijos de migrantes pakistaníes o sirios en Reino Unido, que perciben que el Estado les ha fallado, alienándolos y empujándolos hacia extremismos religiosos, identidad que los acoge con los brazos abiertos, no como la de los Estados dónde viven y de los cuales tienen la ciudadanía.
El libro no es sólo ésta tesis. Habla también el señor Corm de temas que nos interesan para entender los repulsivos actos de París. Como se puede deducir por el título, el libro trata sobre la cuestión religiosa en el siglo XXI. Esto incluye un repaso histórico de la instrumentalización de la religión en distintas épocas de la historia de la humanidad, incluyendo el colonialismo europeo, justificado en la época por intelectuales franceses como el deber de imponer el progreso a aquellos menos desarrollados. Pero la religión ha sido también un instrumento clave durante la Guerra Fría, y de aquéllos polvos éstos lodos. Para combatir la invasión soviética de Afganistán, el bloque occidental fomentó grupos yihadistas, como por ejemplo Al-Qaeda, que luego se volvieron contra Occidente cuando se intervino en Irak, y algunas de cuyas facciones ahora integran el Estado Islámico.
Y hablando de violencia, ¿hay mayor expresión de violencia que el terrorismo indiscriminado? Los que veis tertulias donde aparece Francisco Marhuenda habréis tenido la oportunidad de escucharle situar el origen de la violencia política en la Revolución Francesa, culpando, sobretodo, a Voltaire, y mezclando la Revolución Francesa, la violencia indiscriminada y el anticlericalismo. Georges Corm cree que esto es un error: no sólo es una mala interpretación de la Revolución Francesa, motivo por el cual todos ahora podemos disfrutar de derechos y libertades independientemente de nuestra condición -todo en teoría- sino que además es peligrosa, pues culpa al laicismo de los horrores religiosos. Nadie dice que la Revolución Francesa fuera cosa de hippies. Hubo violencia, y la hubo con fines políticos, pero no fue ésta la génesis del terrorismo. El origen tiene lugar un par de siglos antes, en Europa, y de mano de la religión.
Entre el siglo XVI y el XVIII se dieron en Europa una serie de conflictos que comenzaron con la Reforma Protestante, cuya característica principal era el papel de la religión y las tácticas empleadas. No fue una guerra de grandes ejércitos en campos de batalla, como lo fueron las guerras napoleónicas. Las guerras de religión en Europa tenían varios objetivos, entre ellos eliminar al diferente, exterminarlo a él y a su estirpe, atemorizarlos. Para hacerlo empleaban tácticas que sólo pueden ser calificadas de terroristas: quemaban a pueblos enteros con sus gentes dentro, envenenaban pozos, etc. Lo hacían, en parte, porqué encontraban justificaciones bíblicas para hacerlo, tantos unos como otros. Y en parte de estos eventos tuvo un cierto protagonismo la Santa Inquisición. ¿Qué tiene que ver esta institución, totalmente religiosa, con la política y con los recientes eventos? Pues la institucionalización de los delitos de opinión, que es lo que los autos de fe fueron. (Como podemos ver la violencia y el terrorismo no es sólo cosa del Islam).
Es posible que no se vea claramente la relación del libro con los atentados de París. Hemos visto que la religión ha sido, desde hace siglos, instrumentalizada para satisfacer diversos intereses: colonialismo (expansión territorial y colonial pero no así de derechos como la ciudadanía), guerras subsidiarias (Talibanes, Al-Qaeda, islamistas moderados en Siria e Irak, etc.). Y también que los orígenes del terrorismo (violencia política) tienen mucha relación con la religión (de hecho fue a causa de conflictos intra-religiosos), que ahora algunos se empeñan en verlo como inherente sólo a una (el Islam).
¿Qué podemos extraer del libro que nos pueda ser útil para entender los sucesos del 13N? Primero de todo: la instrumentalización de la religión y el terrorismo con fines religiosos no es inherente a una religión concreta. Los grandes monoteísmos se basan en verdades reveladas en forma de libro, los cuales tienen como mínimo un milenio. Nada de lo que ahí se mencione debe tomarse al pie de la letra, ni para bien ni para mal. La religión es también un tipo de identidad, que no tiene nada que ver con la violencia. Es en casos de alienación y de radicalización (yihadista) cuando se empieza a mezclar religión con violencia y terrorismo. Muchos de estos fenómenos (de radicalización, de violencia) tienen su origen en el Estado moderno y sus errores, ya sea de puertas a dentro o hacia fuera. Uno de los principales puntos de las agendas de las democracias actuales debería ser cómo conseguir que la gente no se radicalice, que no tenga motivos para dejar de identificarse con los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad que a su vez son los que permiten que las distintas identidades puedan coexistir en paz. De puertas a fuera hay que tener en cuenta que los Estados y las guerras no son laboratorios donde podemos tener todo controlado a excepción de una variable: cualquier intervención que hagas en pro de unos intereses puede tener consecuencias desastrosas. Ahí tenemos el 11S, el 11M, el 7J y ahora el 13N.