21D, ¿Y ahora, qué?

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Ayer 21 de diciembre se celebraron las elecciones más atípicas desde el regreso de la democracia a España. Convocadas por Rajoy, posiblemente de modo irregular, en base al artículo 155, con Puigdemont en Bruselas, con Junqueras, entre otros, en prisión preventiva, y celebradas en un jueves laborable. Con el 99,89% del voto escrutado y con un diputado en disputa entre PP y C’s en Tarragona, los resultados son los siguientes: C’s gana con 37 diputados (25,37%), JxC queda como segunda fuerza con 34 diputados (21,65%), ERC como tercera fuerza con 32 diputados (21,39%), PSC cuarta fuerza con 17 diputados (13,88%), CeC-Podem quinta fuerza con 8 diputados (7,45%), CUP sexta fuerza con 4 diputados (4,45%), y PP séptimo y último lugar con 3 diputados (4,24%). Veamos, a falta de análisis más concienzudos, qué ha pasado. La participación, sin recuento del voto exterior, ha sido récord: 81,94%. Dicha cifra puede considerarse una ‘participación total’.

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Inés Arrimadas ha ganado sobre todo en el área metropolitana de Barcelona, antiguo cinturón rojo y capital incluidos, y en Tarragona y sus alrededores, así como en el Valle de Arán y en Lleida capital. El President Puigdemont, desde Bruselas ha ganado en la Cataluña interior, desde la província de Lleida hasta Girona, ganando en esta última capital de província. Esquerra Republicana, a pesar de Marta Rovira, ha ganado en las tierras del Ebro, en algunos municipios pequeños del área metropolitana de Barcelona y algunos otros municipios en la província de Lleida. El PSC es el único otro partido en haber ganado en algún municipio, concretamente en Canejan, un pequeño municipio del Valle de Arán de apenas 97 habitantes.

La victoria de Arrimadas puede ser efímera. El bloque independentista sigue sumando más que el bloque constitucionalista, se incluya a Cataluña en Comú-Podem o no. Junts x Catalunya y ERC suman 66 diputados, más que suficiente para formar gobierno en minoría, y con los 4 diputados de la CUP se superan en 2 la mayoría absoluta. Por el otro lado, Ciudadanos, PP y PSC llegan a los 57. Si nos olvidamos que CeC no se han querido situar en la cuestión independencia-unión, que han dicho que en CeC hay sitio para independentistas, que la prensa de la caverna ha situado a Podemos del lado de los independentistas; si olvidamos todo esto, digo, el bloque constitucionalista sigue sin sumar, pues de 57 pasaría a 65, tres por debajo de la mayoría absoluta, y cinco por debajo del bloque independentista. Sería hacer trampas sumar los ocho diputados de los de Doménech y Colau al bloque independentista, pues ellos mismos han dicho que no van a luchar por dicha idea, y la prensa independentista los ha acusado de unionistas y de ponerse del lado de los del 155 y las porras.

El bloque independentista baja en 2 diputados, pero rompe la idea de que una alta participación lo perjudica. El voto independentista ha ido creciendo desde 2012. En dichos comicios obtuvieron 1.740.818 votos, en 2015, 1.966.508, y en las elecciones de 2017 2.063.361 votos, cifra incluso superior a la del referéndum del 1O: 2.044.038. Aun así, el bloque independentista sigue sin sumar más de la mitad de los sufragios. Esta vez suman 47,49%, porcentaje ligeramente inferior a los comicios de 2015 (47,8%) o de 2012, (47,87%). Por el camino hemos descubierto que a ERC y a la ex-Convergència no les sale a cuenta ir juntos, y también que PDeCat no es muy buena marca: cuanto más se esconda, mejor.

El bloque unionista también ha crecido. Para hacer dicho cálculo he excluido a ICV, CSQEP y CeC. Ya en las anteriores elecciones escribí al respecto de la falta de posicionamiento de CSQEP (aquí). En 2012, PSC, PP y C’s sumaban 1.271.395 votos (34,96%), en 2015 sumaban 1.608.840 (39,11%), y en estas elecciones 1.889.176 (43,49%). El unionismo sube más que el independentismo, pero aun así, excluyendo a ICV-CSQEP-CeC de la ecuación, sigue estando por debajo. Si añadiéramos los votos que recibieron estas formaciones, las cifras cambian significativamente: en 2012 1.6331.100 votos (44,85%), en 2015 1.976.453 (48,05%), y en 2017 2.212.871 (50.94%). Con o sin la contribución de los comunes, con una participación de más del 80% no se puede volver a usar la mal llamada ‘mayoría silenciosa’.

¿Y ahora, qué? El tablero de juego ha cambiado, aunque no demasiado. Un gobierno no independentista es prácticamente imposible. Arrimadas no será capaz de formar gobierno, pero nos espera una legislatura en la que reivindicará haber obtenido uno de cada cuatro votos, que la Cataluña real es la que representa su partido. Un ejecutivo independentista parece de fácil formación, pues se tienen los escaños, pero me surgen varias preguntas: ¿Quién será President? ¿Habrá buena relación entre JxCat y ERC? ¿Con qué apoyos? ¿Se podrá hacer entrar en vereda a las CUP para que den apoyo a un ejecutivo que puede que no sea tan unilateralista como ellos?

El independentismo y el unionismo suben. ¿Entonces, quién baja? Los comunes y la esperanza de que un cambio de gobierno en España pueda solucionar algo en Cataluña. El difícil equilibrio que han intentado mantener Doménech y los afines a Iglesias no ha dado resultado. La formación pasa de ganar las elecciones generales en Cataluña a obtener 3 diputados menos que en la legislatura anterior. Con un 81,94% de participación ya no hay dualidad de voto generales-autonómicas.

Pese a los buenos resultados del independentismo, no me atrevo a afirmar que estos hayan ganado. La Cataluña post-21D, post-155 y post-1O, con procesos judiciales abiertos, con el Supremo queriendo incluir a Marta Rovira, Anna Gabriel y Artur Mas en las causas por sedición y rebelión es una Cataluña dividida en casi dos mitades iguales. El gobierno que salga de estos comicios, seguramente independentista, deberá hacer más para incluir aquella mitad que no es independentista. No es seguro que Puigdemont, posible presidenciable, pueda regresar sin ser detenido. Figuras importantes del anterior ejecutivo tampoco es seguro que puedan tomar posesión de sus actas de diputados. El independentismo, fuerte en las calles, está tocado en las instituciones.

La victoria de Arrimadas puede ser amarga para la derecha española. Por un lado, es la fuerza mayoritaria en Cataluña. Recordemos que Ciudadanos es un partido que nació hace 11 años, en Cataluña, y que en este poco tiempo ha pasado a ser el primer partido de la oposición en la anterior legislatura, y la primera fuerza en el parlamento tras los presentes comicios. No solo ha tenido un crecimiento meteórico en Cataluña, en las Cortes Generales ha obtenido unos resultados decentes, y tras la victoria en Cataluña, seguramente sigan creciendo en España. Pero por otro lado, Ciudadanos ha crecido a costa de PSC y de PP, crecimiento que seguramente no se consolide, y que es la victoria con el porcentaje de votos más bajo en 37 años. El artículo 155 ha sido aplicado gracias al PP, pese a que Rajoy no quería hacerlo si no era con el apoyo de PSOE y C’s. Ahora hemos visto que C’s ha capitalizado todo el voto de los partidarios del 155. El PP, con 3 diputados, ha sido relegado al grupo mixto junto a la CUP. El 21D ha sido la derrota del PP en Cataluña, y esta derrota puede resonar en el resto de España. Al PP se le culpa de la mala gestión de Cataluña, y Ciudadanos se lleva el mérito del 155. Seguramente Ciudadanos crezca en el resto de España a costa del PP en los próximos meses.

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Las elecciones las ha ganado Ciudadanos, pese a que sea una victoria inútil; el independentismo ha revalidado mayoría absoluta y resultados del 1O. Tenemos un empate con dos bloques casi idénticos. Pero lo importante de estas elecciones no es quién las ha ganado mas quién las ha perdido. El 21D suma varios perdedores. Ha perdido el PP, a quien se le va a complicar lo que queda de legislatura española. Ha perdido CeC-Podem, que deberían ver que su equidistancia y ‘tercera vía’ no tiene apoyos significativos en Cataluña. La única vía sensata, según Iglesias, no es querida por los catalanes. Miedo me da saber qué pensará ahora. Y también ha perdido el 155. La intervención exprés no ha servido para nada bueno. Los partidarios de dicho artículo, en vez de aceptar la derrota, encontrarán excusas en la no-intervención del sistema educativo catalán, y en la no-intervención de los medios públicos catalanes. Con semejante cortedad de miras, no creo que el conflicto desescale.


26J, ¿Qué ha pasado?

Es lunes 27 de junio y algunos nos fuimos a dormir tarde. El motivo es por todos bien sabido: ayer se celebraron las elecciones generales, las primeras en ser repetidas en la historia democrática de España. Estas elecciones se han producido en un contexto peculiar. Tras las últimas elecciones, el 20 de diciembre, ningún partido consiguió apoyos suficientes para ganar una votación de investidura. Tras estos nuevos comicios la situación no parece haber mejorado mucho.

¿Por qué se han producido estas nuevas elecciones?

En las anteriores elecciones el parlamento quedó con la siguiente distribución de escaños:

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Con dicha configuración era difícil conseguir apoyos para una investidura, pero no imposible. El partido que quiera formar gobierno debe presentarse a una sesión de investidura y conseguir una mayoría absoluta de votos a favor en primera votación, o mayoría simple en segunda votación. La suma de fuerzas más fácil era PP + PSOE, que tendrían una mayoría de 213 diputados, más que suficientes para una investidura y para gobernar, pero tras cuatro años de mayoría absoluta del PP durante los cuales a duras penas han admitido enmiendas a sus proyectos de leyes, el PSOE no quería pactar con PP. Además, el pacto PP + PSOE sería visto por la militancia del PSOE como una traición, con lo cual para las siguientes elecciones era probable que sus votantes se fueran a otras opciones de izquierda (Podemos). C’s intentó hacer de bisagra, creyéndose que podría hacer de intermediario, pero al final no se intentó dicha coalición tripartita. Lo que sí intento Pedro Sánchez fue una coalición con Podemos y C’s, pero tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias dejaron claro que no entrarían en un gobierno o no darían apoyo a un gobierno en el cual el otro estuviera. Por último, Pablo Iglesias proponía una coalición PSOE + Podemos, contando con la abstención de los partidos independentistas (ERC + DiL) con tal de conseguir una investidura en segunda votación. Pero esta propuesta de coalición contenía una línea roja por parte del sr. Iglesias que era el referéndum sobre la independencia de Cataluña, un aro por el cual Pedro Sánchez no estaba dispuesto a pasar. En su momento me pareció que era una táctica de Podemos para forzar unas nuevas elecciones en las que ellos podrían obtener más diputados, posiblemente sobrepasando al PSOE y así poder negociar desde una mejor posición. Creo que los acontecimientos han demostrado que estaba en lo cierto, pese a que el tiro le ha salido por la culata a Pablo Iglesias.

26J, ¿Qué ha pasado?

Estos nuevos comicios se han caracterizado por ser la primera vez en la historia democrática de España en que se han tenido que repetir elecciones porqué ninguna fuerza política ha conseguido votos suficientes en la sesión de investidura para formar un gobierno. Como ha sido una repetición de las anteriores elecciones, y como éstas han sido provocadas por Podemos, el partido de Pablo Iglesias ha estado desde el 21 de diciembre en campaña electoral, igual que el resto de partidos. Pero no todos han sabido sacar el máximo provecho de esta extraordinariamente larga campaña electoral. Vistos los resultados, el ganador claro es el PP de Mariano Rajoy, y los perdedores el PSOE, C’s y en menos medida, Unidos Podemos, la coalición de Podemos con Izquierda Unida.

La configuración del nuevo Congreso de los Diputados queda tal que así:

  • PP: 137
  • PSOE: 85
  • Unidos Podemos: 71
  • C’s: 32
  • ERC: 9
  • CDC: 8
  • PNV: 5
  • EH-Bildu: 2
  • CC: 1

La participación en estos comicios ha sido baja (69,84%), cerca del mínimo histórico de participación (68,04%). Las anteriores estuvieron cerca de la media de participación en las elecciones generales en España (alrededor del 73%). Entre politólogos suele considerarse que en España hay una participación baja. Todavía es pronto para saber cual ha sido el motivo para la bajada de la participación, pero seguramente sea una combinación de fin de semana largo (en Cataluña el viernes fue festivo), tiempo estival y hastío por la repetición de elecciones.

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A lo largo de esta campaña hemos visto como Pablo Iglesias se ha moderado, pasando de ser un comunista -aunque desde Podemos siempre han dicho que el partido es transversal, “un partido de los de abajo”- a ser un socialdemócrata. La unión con Izquierda Unida no ha mejorado los resultados electorales tal como se esperaba, y el famoso ‘sorpasso’ no ha tenido lugar. Quizás esta moderación de Pablo Iglesias le ha hecho perder votos.

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El PSOE, con el Secretario General con el cual habían conseguido los peores resultados de su historia (90) ha conseguido el más difícil todavía, y ha rebajado el numero de diputados de su partido hasta los 85. En porcentaje de voto, eso sí, ha obtenido unas cifras muy parecidas a las de Unidos Podemos, pese a que estos hayan sacado 14 diputados menos, todo ello gracias al sistema electoral por provincias y no tanto al Sistema d’Hondt. Aún así, los resultados son relativamente buenos para Pedro Sánchez, pues el Partido Socialista (20 diputados) en Andalucía ha sacado peores resultados que el PP (diputados) en ésa misma comunidad, con lo cual frena las aspiraciones de Susana Díaz, permitiendo así que Pedro Sánchez siga como secretario general del PSOE.

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C’s, que en las primeras elecciones generales a las que se había presentado (en 2015) había conseguido 40 diputados (también perjudicado por el sistema electoral por provincias), ha visto su número de diputados rebajados hasta los 32. Seguramente un resultado más ajustado a la realidad, puesto que, a mi entender, C’s no tiene mucha cabida en el panorama político español (es un híbrido entre el ala moderada del PP y el ala más liberal/derecha del PSOE).

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El PP ha sido el gran ganador. Obteniendo 137 diputados, seguramente se ha beneficiado de una menor participación electoral, al mismo tiempo que ha recuperado parte del voto prestado que obtuvo C’s. Tiene mucho mérito -o quizás más que mérito del PP es demérito de los Españoles como tal- mejorar resultados respecto a las anteriores elecciones, sobre todo cuando se viene de una legislatura con recortes en Sanidad y Educación, numerosos casos (aislados, según el PP) de corrupción afectando a gente importante del partido -Bárcenas, Rita Barbera, Camps, etc.- y ya durante la campaña electoral, el escándalo de las grabaciones entre Jorge Fernández Díaz y De Alfonso (aunque quizás este último elemento les ha ayudado a obtener votos fuera de Cataluña).

Con todo, la campaña electoral oficial ha sido bastante descafeinada, con algunos momentos bastante cómicos, como el primer spot electoral del PP o los susurros de Pablo Iglesias a Sánchez.

¿Y ahora qué?

El futuro es incierto, pese a que Rajoy es quién mejor colocado está para ganar, siendo él el candidato del único partido que mejora resultados. Una de las opciones más probables para conseguir una votación de investidura favorable sería PP + C’s con la abstención de PSOE, pese a que Albert Rivera y Pedro Sánchez dijeran en campaña que no harían presidente a Rajoy ni por activa ni por pasiva. Hoy Rivera ya no era tan contundente respecto al rema, y falta ver qué pueden ofrecer al PSOE a cambio de su abstención. Otra posibilidad, aunque la gobernabilidad sería prácticamente imposible, sería un gobierno de coalición PSOE + Podemos, posible con la abstención de C’s y algún partido nacionalista.

Con todo, lo más probable es que sea una legislatura relativamente corta y bastante complicada, en la que el partido que dé apoyo al PP no mejorará resultados en las siguientes elecciones, sean cuando sean. El PSOE de Pedro Sánchez debe decidir si, una vez dejada fuera de juego Susana Díaz (aunque sea temporalmente), quiere quedar relegado a ser un partido pequeño, habiendo ayudado al PP, o si prefiere, en cambio, intentar gobernar con Podemos, con la posibilidad de terminar también peor de lo que ya están. Sea como sea, las siguientes semanas van a ser muy interesantes, y probablemente nos llevemos más de una sorpresa.


Pequeño análisis del debate

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Por si alguien no se había dado cuenta, estamos ya en campaña electoral para el 20D. En Cataluña es la tercera de este año, y para los que no nos gustan, es un alivio pensar que el año que viene no habrá ninguna -bueno, quizás una, pero espero que no lleguemos a dicha situación. Las campañas electorales incluyen spots electorales, carteles con las caras de los candidatos por las calles y, también, debates electorales. La novedad de estas elecciones, y el grupo Atresmedia nos lo ha estado recordando hasta la saciedad, es el primer debate electoral a cuatro, en el que las normas las ponían los periodistas y los candidatos no tenían turnos establecidos. Hay que agradecer que, pese a ser Ana Pastor una de las moderadoras, esta vez no interrumpió a los candidatos, como es costumbre en ella. Para los que no lo pudistéis ver y os da pereza tragaros dos hora de programa El Mundo ha recopilado los diez mejores momentos.

A continuación haré un repaso de qué me ha parecido cada uno de los candidatos -incluyendo a Sáenz de Santamaría, que ella misma ha dicho que es candidata a la vicepresidencia.

pedro-sanchezPedro Sánchez: por sorteo, él fue el primero en responder a las primeras preguntas, al igual que fue el primero en pronunciar su minuto final ante la cámara. De los cuatro, él era el que debía enfrentarse más a todos los candidatos. Contra Pablo Iglesias, vinculandolo a los gobiernos de Syriza en Grecia, empujándolo hacia la izquierda más radical. Contra Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría empujándolos hacia la derecha, intentando difuminar las diferencias entre los partidos de uno y de la otra. Aún así, atacó con fuerza al PP, vinculando los recortes sociales con las rebajas fiscales. Pese a iniciar el debate con cierta tranquilidad y buena postura, conforme éste iba avanzando se le notaba cierto nerviosismo: se alteraba cuando se le dirigían directamente y, de los cuatro, era el más faltón, burlón y desconsiderado durante la intervenciones del resto de participantes. Cuando más nervioso estuvo fue al hablar de la cuestión catalana: se le preguntó explícitamente en qué consistía su propuesta federal, y no explicó nada más allá de trasladar el Senado a Barcelona. El único tema al respecto del cual no se rió, ni interrumpió, ni burló fue la violencia machista.  Para mi fue el claro perdedor del debate. Los mítines pueden dársele relativamente bien, soltando eslogan tras eslogan, pero cuando se trata de debatir…

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Pablo Iglesias: de los cuatro partidos representados en el debate, el suyo es el que peor va en las encuestas, y sabe bien quiénes pueden ser los indecisos que les terminen votando: gente desencantada con el PSOE, gente joven, acostumbrada a contratos precarios y afectada por los recortes del gobierno del PP que piden un cambio real. Pese a tener tics de la vieja política, no le asusta reconocer aquellas propuestas de los otros partidos con las que está de acuerdo -la nueva política debe diferenciarse de la vieja, entre otras cosas, en el pactismo- pese a matizarlas. De los cuatro, fue el más combativo, con diferencia. Las cámaras y los debates son su medio natural, ha sido conocido por ello, y se le nota que disfruta. También era el más informal, tanto en su vestimenta como su postura: es parte de la identificación que pretende establecer entre él y la gente común, la dicotomía ‘los de arriba’ contra ‘los de abajo’. Fue el más condundente con las preguntas de los periodistas (el único en mojarse en si intervendría en Siria en caso de que el gobierno francés así se lo pidiera, y el único en mojarse en la cuestión territorial y nacional), pero también fue el protagonista de algunos errores que el resto de candidatos supieron aprovechar bien. Cambió el nombre de la firma para la cual trabaja el principal asesor económico de Pedro Sánchez (la llamó ‘House Water Watch Cooper’ cuando en realidad es PricewaterhouseCoopers) y un error al explicar su posición respecto al ‘derecho a decidir’ hizo parecer que Andalucía, en 1980, celebró un referendum de autodeterminación en vez de uno para poder acceder a la autonomía mediante el artículo 151 de la Constitución Española, vía por la que, en principio, no podía acceder. Aún así ha sido el único candidato en reivindicar la pluralidad nacional de España, así como la pluralidad lingüística. Al respecto de la violencia de género, el momento más solemne del debate para todos, aprovechó para reivindicar más medios y comptencias para poder atajar el problema, en clara alusión a los recortes efectuados por el Gobierno del PP. Sacó a relucir su formación como politólogo cuando fueron preguntados sobre si dejarían gobernar la lista más votada: en un sistema parlamentario gobierna el que consigue más apoyos parlamentarios, no como en los sistemas presidencialistas. Fue el claro ganador del dabate.

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Albert Rivera: La estrategia de C’s pasa por invisibilizar a Podemos y considerarse a ellos mismos como única alternativa posible al PP y al PSOE, culpándoles de todos los males que hasta ahora han afectado a España, y haciendose cargo ellos solitos de la regeneración política del país. Durante el debate, la estrategia ha sido la misma. Se le ha notado muy nervioso y con no muy buena cara, sobretodo durante la primera hora del debate. Al nerviosismo hay que sumarle el tono faltón con que se ha dirigido casi constantemente a Sáenz de Santamaría. Los únicos momentos fuertes de debate para el candidato naranja han sido cuando se ha tocado la corrupción y la cuestión catalana: contundente contra el PP, mostrando la portada de El Mundo con los papeles de Bárcenas, y contundente contra el independentismo y Artur Mas, revindicando su segunda posición en el parlamento catalán frente a los 11 diputados que los populares consiguieron el pasado 27 de setiembre. Entre sus errores ha estado el buscar la simpatía del electorado haciendo chistes y bromitas al respecto de las intervenciones del resto, dando la impresión de que era una tertúlia de bar más que un debate serio.

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Soraya Sáenz de Santamaría: el Partido Popular acudía al debate siendo el ganador en todas las encuestas, pese a la importante bajada y haber gobernado cuatro años con duros recortes. La tarea de Soraya, como ha venido siendo estos largos cuatro años, ha sido la de control y minimización de daños. Que no acudiera Rajoy al debate hace daño al PP, pero haberlo dejarlo sólo ante el peligro hubiese sido catastrófico. Se mostró clara y contundente en cuanto a sus motivos para ser ella la representante del Partido Popular en el debate: somos un equipo amplio y diverso, nos repartimos los actos de campaña, y el presidente asistirá al tradicional debate con el líder de la oposición. Pese a la contundencia, no convenció mucho. Más que debatir, lo que hizo fue defenderse constantemente, y lo hizo de forma correcta y con elegancia, sin faltar al respeto a nadie, sin apenas levantar la voz, y disparando dardos de vez en cuando. Sus principales argumentos han sido el crecimiento de la economía y la creación de empleo, cifras convenientemente elegidas. No fue muy brillante su respuesta a la corrupción, como viene siendo habitual en el PP, reclamando celeridad para cerrar los casos. Su principal rival ha sido el PSOE, reclamando lo tradicional en la política española, y cuando ha hecho referencias a C’s y Podemos ha sido para equiparar la nueva política con la vieja. Al respecto de la cuestión catalana, su respuesta ha sido igual de floja que su acción de gobierno: escudarse en la constitución para no avanzar hacia una solución política. Aún así, ha aprovechado para mostrar a su partido como el garante de los servicios públicos en Cataluña. Ha revindicado el status quo y la nación española como única e indivisible, en clara contraposición a los posicionamientos de Podemos y PSOE. Ha sido la primera en ser preguntada al respecto de la violencia machista y se ha mostrado contundente, llamándola violencia de género, pese a que en el PP y cercanías suelen preferir el término ‘violencia doméstica’. Se ha mostrado coherente con el posicionamiento de su partido al respecto de la lista más votada, amparándose en la tradición, pero sin tener en cuenta que el nuestro es un sistema parlamentario, no presidencialista. No ganó el debate, pero su segunda posición salvó un poco los muebles.

Estas han sido mis impresiones sobre el debate de anoche. Me falta recalcar una anécodata que me ha sorprendido para bien: pese haberse utilizado a Venezuela como arma arrojadiza en los últimos años, sobretodo debido a la cercanía de la formación de Pablo Iglesias con Hugo Chávez, sólo se comentó la negativa de Podemos a firmar una petición para la liberación de todos los presos políticos en Venezuela. Fue el único comentario al respecto del país caribeño, y casi pasó desapercibido.