Cataluña, 27 de octubre: ¿independencia?

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Bru Aguiló/Fotomovimento

Vivimos en Cataluña, y supongo que también en el resto del Estado, unas semanas de vértigo. A muchos nos vendría bien una desintoxicación informativa, pero antes de que todos apaguemos televisiones, radios, móviles y tabletas, leed estas breves líneas.

El jueves 26 de octubre por la mañana el entonces President de la Generalitat Puigdemont amagó con convocar elecciones autonómicas para ver si el Gobierno presidido por Mariano Rajoy retiraba o suspendía la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española. Dicho movimiento por parte de Puigdemont suscitó múltiples interpretaciones: un último intento, a la desesperada, para entablar diálogo (sin las condiciones exigidas por Rajoy, claro); un intento de desescalada en el conflicto, con tal de poder recuperar algo de sensatez y moderación por ambos lados (Santi Vila y Ana Pastor mediante); miedo ante la concreción de la amenaza… Pero yo me decanto más por la siguiente, siendo consciente que puede haber más: mostrar, de un modo exprés, que el Estado no tiene intención de recular, y que iba a intervenir la Generalitat hiciera lo que hiciera Puigdemont, aludiendo así a la Teoría de la Causa Justa para justificar una declaración de independencia, admitámoslo, un poco parca en apoyos internos y externos.

Así las cosas, el viernes 27 de octubre el Senado decidía cómo aplicar el 155, y el Parlament votaba una resolución mediante la cual, parece, se declaraba la independencia. Si el jueves 26 de octubre Puigdemont había dominado la escena, haciendo quedar al Gobierno español como un gobierno contrario al autogobierno de Cataluña, el viernes Mariano Rajoy, ofreciendo un 155 más moderado de lo que todos esperábamos y realizando el Senado la votación de las medidas después de la votación en el Parlament, ha demostrado que no era tan duro y, gracias a la pronta votación en el Parlament, que no tiene problema alguno con el autogobierno de Cataluña, sino con la declaración de independencia. En todo caso, ahora todo el Govern de Puigdemont está destituído y se han convocado elecciones autonómicas para el 21 de diciembre.

Hay dos detalles que me parecen importantes. El primero es que lo que se votaba el viernes no era la independencia de Cataluña sino varias resoluciones por las cuales se activaban artículos de la Ley de Transitoriedad Jurídica, y se instaba a la Generalitat a negociar ciertos ítems con el Gobierno de España. La declaración de independencia no era parte de la propuesta de resolución, sino un preámbulo (disponible aquí). El otro detalle, hecho notar hasta la saciedad por Ferreras en el especial de Al Rojo Vivo, es la presencia de la bandera española junto a la catalana en la Generalitat de Cataluña. Si se ha declarado una república soberana e independiente lo lógico sería retirar la rojigualda de la sede del ejecutivo catalán. Por estos dos detalles me surge la siguiente duda: ¿se ha declarado la independencia de verdad, o se está usando, como creo, para poder negociar?

Veremos como se desarrollan los eventos en las próximas horas y semanas. Veremos si los partidos soberanistas se presentan a las elecciones convocadas por Rajoy (convocatoria que, por otra parte, podría ser inconstitucional). Veremos, en caso de que se presenten, qué resultado obtienen, y si no se presentan, cuál termina siendo la participación en las que seguro serán las elecciones autonómicas más polémicas de la historia española y catalana. Y, sobretodo, veremos como hacen los distintos líderes para gestionar la más que previsible decepción y enfado colectivos.


Cataluña, 1 de octubre.

lhoth2yze6_lqymu6n5jfzxlrdcgbmwhAyer fue 1 de octubre, a priori una fecha sin demasiada importancia, pero en la que había convocado un referéndum de autodeterminación en Cataluña. El referéndum fue convocado mediante la aprobación de una ley en el Parlament a principios de septiembre con mucha polémica. No comentaré demasiado lo ocurrido entonces, pero sí quiero dejar claro que la legalidad por si sola tiene poca importancia en democracia, lo importante es la legitimidad. Desde entonces, el Gobierno de Mariano Rajoy, su partido, así como el Partido Socialista Obrero Español y Ciudadanos, han negado que vaya a haber referéndum alguno, entre otros motivos por ser ilegal (sic), por dinamitar la soberanía nacional e ir en contra de la (sacrosanta) unidad de la nación española.

Pese a ser negado, el referéndum ocurrió. O al menos lo más parecido posible que las circunstancias permitieron. Moncloa llevaba desde la semana anterior presumiendo de estar impidiendo logísticamente el referéndum, ya fuera por la incautación de papeletas, o por la detención de altos cargos del ejecutivo catalán encargados de organizar el referéndum. Vendieron la incautación de diez millones de papeletas como el golpe definitivo al referéndum, siendo poco conscientes de lo fácil que es volver a imprimir varios millones. Pese a buscarlas con mucho esmero, ni la Benemérita ni la Policía Nacional pudieron encontrar las urnas, dejándonos escenas graciosísimas si no fuera por la gravedad de lo que estaban intentando. Entre tanto, hemos encontrado un nuevo mote para la Guardia Civil. Ya no solo son picoletos, ahora son también piolines.

A las detenciones, que ya empezaron a resonar en prensa internacional, mayormente criticando la acción del ejecutivo de Mariano Rajoy, hay que sumarle el ridículo de los piolines y la Policia Nacional en el intento de incautar papeletas y urnas y, no solo eso, sino también las vergonzantes cargas policiales que ocurrieron ayer en diferentes puntos del territorio. Una buenísima operación de imagen para el Gobierno español y sus Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que, por otra parte, ejercen una importantísima labor en la lucha anti-terrorista así como en misiones humanitarias por el resto del mundo. Las buenas gentes de cataluña, españoles todos, de momento, no se merecían el trato que recibieron por parte de los dos cuerpos de policía españoles. Pero más importante aún, los mismos cuerpos no merecían dicha imagen. Costó mucho que, tras la dictadura, el ejército y la Guardia Civil recuperaran una imagen respetable y democrática -siempre con excepciones- que ahora mismo han tirado por la borda, al menos de cara a catalanes y el resto del mundo. Seguro que los que jalearon a la Guardia Civil en Huelva, Córdoba y Castellón al son de ‘a por ellos’ deseaban que hicieran esto, e incluso mucho más, pero estas acciones pasarán factura.

El 1 de octubre es una fecha sin demasiada importancia, hasta ahora. El 1 de octubre entra por la puerta grande en la historia nacional de Cataluña. En esta tierra tenemos la mala costumbre de conmemorar derrotas (el 11 de septiembre, sin ir más lejos), pero el 1 de octubre no va a quedar solo como un día de una represión espeluznante. El 1 de octubre tiene un importante componente positivo para los catalanes. El 1 de octubre se constató que el Estado español no es capaz, con el mayor despliegue policial en Cataluña, de controlar el territorio. Un operativo que ha costado, según El Español, más de 31 millones de euros no ha conseguido impedir la presencia de urnas. Un operativo diseñado para atemorizar a los votantes, independentistas o no, no ha sido capaz de impedir que la gente se acercara a los colegios electorales, con dificultad, eso sí, y diposite un temible trozo de papel impreso en una temible urna de plástico.

Y si un Estado no es capaz de controlar su territorio, apreciados lectores y lectoras, ese Estado no es capaz de ejercer su soberanía. El 1 de octubre ha demostrado que para poner en jaque al Estado no hace falta ejército alguno. No hace falta ningún arma. Tan solo hace falta llevarlo hasta los límites de lo aceptable y de lo democrático. Y lo mejor de todo es que han sido ciudadanos de a pie, aquella gente común con la heroicidad de lo diario, la que ha movido la ficha que ha puesto en jaque al Estado español.

Los catalanes son conocidos por la dualidad del ‘seny i la rauxa’, la sensatez y buen juicio por una parte, y la impulsividad caprichosa. Cataluña, como toda nación que se precie, tiene características que pueden parecer contradictorias, y puede tenerlas debido a su pluralidad y su diversidad. El 1 de octubre Cataluña ha demostrado que es realmente bonita, no por la belleza de sus paisajes sino por el compromiso de sus gentes, por el saber hacer y la tranquilidad y serenidad demostrada ante injustificados e ilegítimos ataques policiales. Pero ha demostrado ser también rebelde, conservando una dosis importante de orden. Podríamos decir que ha sido ordenadamente revolucionaria. La Cataluña burguesa y de bien junto a la Cataluña más rebelde y ácrata, cogidas de la mano, aguantando estoicamente, demostrando que quién recurre a la violencia es porque en realidad no tiene mayor argumento. Hanna Arendt decía que la violencia no es símbolo de poder, sino de autoridad. Cuando uno debe imponer su autoridad es porque, en realidad, carece de todo poder.

Pero Cataluña, tanto la rebelde como la burguesa, tiene memoria. Buena memoria. Si bien el 1 de octubre entra por la puerta grande en la historia nacional como el día en que se demostró que el Estado central no es capaz de manetenr e imponer su soberanía, en todo el territorio, pero especialmente en el sur, el día se recordará como ‘los hechos del Montsià’ en el que la Guardia Civil fue pueblo por pueblo, cargando porra en mano contra el gentío que no hacía nada más que estar. Otras víctimas de la acción policial perdurarán en nuestra memoria largo tiempo, como por ejemplo la mujer a la que partieron los dedos de la mano uno a uno y agredieron sexualmente, seguramente para causar el terror en el resto de votantes.

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Para terminar, me gustaría tener un especial recuerdo a toda aquella gente que a lo largo y ancho del Estado español salió a las plazas a protestar contra la actuación policial y del ejecutivo central, así como para mostrar solidaridad con Cataluña. Y no solo a los que salieron a las plazas, también aquellos que, ya sea por miedo o por pereza, mostraron el mismo apoyo en redes sociales. A todos vosotros: gracias. Por contra, a los que justificáis la acción policial de ayer, la blanqueáis o, directamente la negáis, no tendréis nada de mi. Ni siquiera mi odio. A vosotros mi total indiferencia. Si no tengo más remedio que vivir con vosotros, como así creo que será pase lo que pase en las próximas horas, haré todo lo posible por no tener nada que ver con vosotros.


Pedro Sánchez I el renacido

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Os engañaría si dijera que he seguido con atención y detenimiento la campaña para la Secretaría General del PSOE. De hecho, mi interés despertó, mínimamente, tras el debate que los tres candidatos tuvieron, pese a que no lo seguí en directo. Pero, pese a que despertó, se durmió pronto. Pese a la victoria de Patxi López en el debate, seguí creyendo que Susana Díaz ganaría sin problema alguno: la andaluza contaba con el apoyo de todas las figuras históricas de su partido, con el apoyo de la mayoría de barones territoriales y, sobre todo, era la única candidata que ostentaba algún puesto de relevancia.

El domingo hasta bien pasadas las ocho ni se me ocurrió consultar cómo iban las votaciones. Abrí twitter y vi un par de mensajes de periodistas  anunciando la confianza que tenían en la candidatura de Pedro Sánchez y lo desanimados que estaban en la candidatura de Susana Díaz. Ahí sí despertó mi interés. La, al menos para mi, inesperada victoria de Sánchez aclara elementos de la actual política española, y bien harían los barones del PSOE en darse cuenta. Pero la victoria de Sánchez, aunque aplastante, con más del cincuenta por ciento de apoyos, no es tan dulce como parece.

Vayamos con lo que la victoria de Sánchez aclara sobre el actual panorama político español.

Para empezar, queda claro que la decisión de abstenerse para permitir la investidura de Rajoy no fue del agrado de la militancia del partido. Los sanchistas, ganadores, coreaban ‘Sí es sí’, aludiendo al mítico ‘No es no’ de Sánchez a la investidura de Rajoy. El apoyo mayoritario a Pedro, después de haberlo defenestrado y humillado, obligándole a renunciar a su escaño y a abandonar la Secretaría General, es un toque de atención hacia las prácticas internas del partido. A la militancia parece haberle importado poco que Sánchez no cosechara buenas relaciones con el aparato del partido (de hecho, lo acusan de ser poco dialogante internamente). La irrupción de Podemos en el parlamento ha dejado claro que la izquierda española no quiere directismo desde las élites del partido; prefieren, al menos en apariencia, un partido que responda a los intereses de sus militantes.

La campaña de Díaz ha estado llena de despropósitos. No sólo era la candidata apadrinada por medios tan de izquierda como La Razón, si no que además su campaña se basaba en que a ella le gusta ganar y en que Sánchez había obtenido los peores resultados del PSOE (obviando que, aunque ganando y gobernando, en 2015 obtuvo los resultados más bajos del PSOE en el Parlamento de Andalucía). Para más inri, Zapatero dijo que si no se la votaba en Cataluña era por ser mujer y andaluza, sugiriendo una cierta misoginia y racismo por parte de los militantes del PSC. Anoche quedó claro que los militantes catalanes no son los únicos misóginos y racistas. Además, Díaz tuvo la desfachatez de presentar su programa cuatro días antes de las elecciones, cuya única explicación es que no lo creían necesario para ganar: teniendo a todo el aparato del partido detrás, incluyendo las vacas sagradas y la mayoría de barones, siendo el único rival con opciones Pedro Sánchez, al cuál daban por muerto desde hacía meses, a los militantes no les importaba el programa en absoluto. Pues bien, la realidad le ha pasado la mano por la cara a la señora Díaz.

Otro tema importante es la cuestión territorial. Pedro Sánchez ha ganado en todas las provincias a excepción de las ocho andaluzas, Huesca, Biskaia, Gipuzkoa, Cuenca, Ávila y Badajoz. En Cataluña ha arrasado con un 82% del apoyo de la militancia. Con su idea de nación de naciones, y la brillante contestación de Patxi López (aquí un post sobre nacionalismo), pareciera que Sánchez ganaría en la periferia de la peninsula, pero no conseguiría apoyos en las zonas más centrales. Queda claro, tanto con Podemos como la mitad de la miltancia socialista, que la izquierda española no es tan partidaria de la unidad centralizada. No quiero decir esto que haya apoyos a la independencia de Cataluña, ni siquiera que se vea con buenos ojos un referéndum, pero queda clara la división ideológica al respecto de la unidad centralizada de España. Mientras el centro-derecha es partidaria de la centralización (con C’s en contra del los fueros vasco y navarro), la izquierda es más partidaria de una idea descentralizada, quizás federal, entendiendo a España como una nación de naciones cuanto menos.

Pero todavía es pronto para cantar victoria. A Sánchez le vendría bien recordar que no hay que vender la piel del oso hasta que sea cazado. Su victoria no deja lugar a dudas a excusas: no sólo ha obtenido más apoyos que el resto de candidatos, si no que ha obtenido el apoyo de más de la mitad de la militancia y, además, ha ganado en casi todo el territorio. Pero el pésimo discurso de Díaz tras la derrota (lo podéis ver aquí), así como la foto, dejan claro que no se lo va a poner fácil a Sánchez. Pedro tiene la dura tarea de unificar el partido, no a la altura de la militancia, si no unos cuantos escalones más arriba. Con la mayoría de barones en contra tendrá que decidir a quienes seducir y a quienes (al menos tratar de) cambiar. Su  historial de derrotas electorales así como las malas prácticas no parece que le van a ayudar. El PSOE, para poder ser gobernado por Sánchez, debe abandonar las actuales estructuras de poder, algo que puede resultar imposible. Con un Secretario General elegido por la militancia, los órganos de contra-poder deben ser elegidos también por ellos. En pleno siglo XXI la izquierda española no está dispuesta a tolerar otra defenestración u otra puñalada cual Bruto asesinando a César (como hizo Antonio Hernando).

A todas estas dificultades se le suma un posible, aunque poco probable, adelanto electoral por parte del Partido Popular, el cual, viendo la actual situación del PSOE podría optar por terminar de hundirlos, en lo que podría ser el peor resultado obtenido por los socialistas con Pedro Sánchez a la cabeza, por tercera vez consecutiva. Por suerte, viendo la creciente suciedad popular, que emerge semana tras semana, un adelanto electoral no parece estar en el horizonte cercano.

Faltará ver cómo evoluciona la relación PSOE-Podemos. Varios dirigentes de la formación morada, anoche, felicitaron por twitter al nuevo Secretario General, recordándole la decisión que su partido tomó para permitir la investidura de Rajoy. ¿Se podemizará el PSOE, o se moderará Podemos?

Sólo me queda desearle mucha suerte a Pedro Sánchez. La necesitará para mantener su partido a flote, y sobre todo, para hacerse respetar dentro de su formación.

 


La sutileza del FLA

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El viernes pasado, previo a ‘El Clásico’ e inmerso en la alud de noticias sobre la caza al hombre de Salah Abdeslam, nuevas y estremecedoras imagines de los atentados y audios hasta el momento inéditos de los tiroteos, el Consejo de Ministros ha aprobado repartir lo que quedaba del FLA (Fondo de Liquidez Autonómico), con un control específico sobre Cataluña . El último capítulo del proceso independentista hasta la fecha resulta ser un buen tanto que se apunta el Gobierno. El cómo tiene más que ver con el relato creado que con la rigurosidad de los hechos.

La situación en Cataluña es delicada: estamos con un gobierno en funciones a la espera de que se pueda llegar a un acuerdo entre JxSí y las CUP para investir a alguien como presidente, las farmacias deben miles y miles de euros a sus proveedores porqué la Generalitat no paga lo que debe porqué la asignación presupuestaria que se hace desde el Gobierno es cuanto menos tendenciosa, tenemos camas cerradas en hospitales públicos mientras se derivan pacientes a centros privados o concertados, etc. A los catalanes siempre se nos ha acusado de tacaños, y si bien no siempre estoy de acuerdo con dicho tópico, ‘la pela és la pela’ y en Madrid se han dado cuenta.

El relato tramposo

Si se lee la prensa española, sobretodo la radicada en Madrid, o al escuchar al gobierno del Reino de España, cuando hablan de independencia, financiación y otras temas mínimamente relacionados con la cuestión territorial, se da uno cuenta de que en un momento u otro termina afirmándose que España es uno de los Estados más descentralizados del mundo, más incluso que los Estados Unidos en algunos aspectos. Y en parte no les falta razón. El Estado central tiene delegadas una cantidad enorme de competencias a las Autonomías. Pero también es cierto que hacen trampas: la financiación no se controla desde las autonomías, sino desde el Gobierno central. La ecuación es sencilla: competencias – presupuestos = nada.

Desde Cataluña algunos se han ido quejando (me incluyo) de lo injusto que es el actual sistema de financiamiento, sobretodo para los catalanes, por el cual el Estado recauda los impuestos -una parte, cierto es, corresponde a la Autonomía- y luego asigna las pertinentes partidas presupuestarias a las distintas Comunidades Autónomas. Es una suerte de redistribución de la renta, pero con un fuerte componente político que, en estos temas importantes de dinero, sería conveniente minimizar.

Debido a la actual crisis económica, la de la deuda, que parece alargarse más de lo que le tocaba, la Generalitat no ha podido financiarse en los mercados internacionales: las agencias de ‘rating’ califican la deuda catalana como bono basura- teniendo que recurrir al Estado central cuando las arcas han quedado vacías. Uno de los mecanismos que se han creado para poder pagar a proveedores de las administraciones autonómicas es el FLA, por el cual el Gobierno central ofrece un crédito a las administraciones para poder pagar los servicios pertinentes, que después debe devolverse.

Justo en uno de los momentos más delicados del proceso independentista catalán, y a tiempo para hacer campaña de cara al 20-D, el Gobierno presidido por Rajoy decide asestar un golpe al independentismo, condicionando la cesión de este crédito a que no se destine ni un sólo euro al independentismo y a que se deban presentar todas las facturas de aquellos servicios que van a ser pagados con estos más de tres mil millones de euros. ¿Alguna de las cosas a pagar tiene relación con el independentismo? No, pero al gobierno del PP le da igual y a los medios de comunicación españoles también, pues ambos comparten el relato de que España es de los Estados más descentralizados del mundo. Los millones de euros prestados irán a pagar una serie de carreteras y cárceles construidas en colaboración con el sector privado, que en el momento de hacerse no debían computarse como déficit, pero que ahora, desde Europa, sí, datando alguna de las obras de hace unos diez años.

¿Qué significa el condicionamiento del préstamo del FLA?

Llevabámos meses en los que se preguntaba al Gobierno, constantemente, si aplicarían o no el artículo 155 de la constitución o si, de hacerlo, cómo lo harían. Desde los ámbitos independentistas se tenía la certeza de que dicha intevención de la autonomía, por la qual el Gobierno central podría dar instrucciones a todas las autoridades de la Comunidad Autónoma, seria una acto de tal magnitud i falta de democracia, que desde instituciones europeas y desde otros países se exigiría al Estado español solucionar la cuestión territorial mediante un referéndum serio, algo que supondría una victoria para el independentismo.

Las condiciones especiales que exigen a la Generalitat significan, de facto, la intervención de la Autonomía, con un claro efecto de cara a las elecciones del 20D -el Gobierno hará todo lo posible para impedir que España se desmembre- pero con suficiente falta de intensidad como para que no cause revuelo en el exterior.